Mucho hemos oído hablar de gente tóxica. Decimos que en todos lados nos encontramos con personas con ciertas características de personalidad que, de alguna manera u otra, nos resta felicidad o nos hacen las cosas más difíciles.
En este sentido, quiero enfocarme en los perfiles más comunes que podemos encontrar en casi todas las empresas y que he clasificado en los siguientes:
El “sincero”: Fácilmente identificable por su capacidad de decir las cosas con el colofón introductorio: “yo digo lo que pienso”, “yo soy muy sincero” para seguidamente lanzar la crítica u opinión sin considerar el efecto/ consecuencia de sus palabras. Esta frase la oirás antes de que la persona te asalte con una serie de ofensas, o críticas, con la esperanza que le des la razón, o que al menos no te defiendas, ya que no puedes “enfadarte” ante alguien con tanta honestidad o transparencia.
Aquí también entra la persona que suele cometer “sincericidio”, término que nació hace algunos años y que se refiere a la tendencia en algunas personas de decir sus opiniones (o lo que se les pasa por la cabeza) de la manera menos asertiva, y/o en el momento menos apropiado.
El “súper positivo”: Tendemos a preferir a las personas que siempre son positivas, que tienen energía y ánimo para “tirar adelante”, pero ¿qué sucede si esta energía no se corresponde con nuestra realidad?, ¿qué sucede si necesitamos períodos de reflexión para ser capaces de descubrir los errores o lo que estamos haciendo mal? ¿qué sucede si esta actitud extra de buen ánimo invalida la tristeza o “bajón”(por alguna situación real) de alguien de nuestro equipo o el propio? ¿Afecta nuestro positivismo en nuestra capacidad de empatizar realmente con el resto de los miembros del equipo? ¿Nos damos permiso para poder reconocer nuestras limitaciones?
El “quejica”: Este es muy fácil de reconocer. Si le preguntas si está bien, siempre te dirá que no está bien, sea por algún tema personal o laboral.
Es el que encontrará una serie de problemas a cualquier cambio y no porque quiera mejorarlo, sino porque precisamente quiere demostrar que aquello no sirve, o es malo, o no es necesario. No busca soluciones al problema, así que no hay nada que le puedas decir que le sirva. Es el típico que ante cualquier respuesta de solución que le des te dirá: “Sí…pero…»
Aquí también podemos incluir al que viene con el “NO” por delante. Es el típico que ante cualquier implementación o cambio de procedimientos te dirá que no servirá, aun sin haberlo probado y sin tener una base real para su negativa.
El “pelota”: Perfil archiconocido que intenta tapar sus carencias profesionales con actitudes no tan profesionales de halagos, favores, o similares hacia su(s) superior(e)s con el fin de ganarse su confianza y/o afecto para conservar su posición o lograr beneficios personales.
Este perfil es fácilmente detectable en empresas con una cultura de liderazgo paternalista, empresas familiares o empresas con estructura de roles poco clara.
El “pasivo-agresivo”: Altamente peligroso, pero altamente efectivo. Si necesitas de alguien que genere mal ambiente laboral y que sea imperceptible esta es la persona ideal.
Es la persona que te dirá que has hecho un trabajo excelente, pero esperará el mejor momento para poner en evidencia de una manera muy elegante y convincente todas aquellas fallas que has cometido delante de tus jefes o compañeros, obviamente con la motivación de demostrar lo inútil que eres, lo mal que lo haces, o que es superior que tú. Una conducta similar la observamos cuando esta persona tiene algún malestar contigo por alguna situación, pero en vez de decírtelo directamente o pasarlo por alto, lo comentará con tu superior o con tus pares. No todos los olvidos, los accidentes y cualquier cosa que sea una traba en tus proyectos podría considerarse como signos de pasividad-agresividad, lo importante aquí es la intención o motivación detrás de cada conducta
Es importante recalcar que estos estilos tóxicos no tienen nada que ver con la productividad (a excepción del “pelota”), pero sí que tiene un alto impacto en el clima laboral, y en el rendimiento del resto del equipo.
Tener personas “tóxicas” en una oficina no es nunca agradable, pero es como una fiebre, que te puede servir para señalarte que algo está marchando mal. Las recomendaciones de la mayoría de los expertos es siempre la misma: evitarlas lo máximo que se pueda. En muchas ocasiones no es posible prescindir de aquellas personas tóxicas, por lo que la clave es aprender a gestionar esta toxicidad y aprovechar tener inputs negativos para poder establecer estrategias de afrontamiento o para “blindarse”.