El objetivo de sobrevivir es un reto común entre las empresas familiares de nuestro país, si bien es una necesidad más acuciante a medida que las nuevas generaciones van incorporándose a la administración de las mismas. Para ello, y de cara a profesionalizar su gestión, son muchas las organizaciones que abogan por poner en marcha la creación de un Consejo de Administración con expertos de carácter independiente (externos a la familia), o un Consejo Asesor, un órgano voluntario de carácter consultivo que, aunque tiene numerosas diferencias (pudiendo ser incluso combinable) con la misión y los procedimientos del Consejo de Administración, converge junto con este en el objetivo común de hacer de las compañías entes más neutros, competitivos y profesionales. En otro post hablaremos de las divergencias entre ambos Consejos, centrándonos hoy en su principal punto en común: la misión de profesionalizar.
Las ventajas de dicha profesionalización son numerosas, pues estos órganos permitirán tener una visión externa, exigente y carente de emociones del negocio, que será de mucha ayuda para llevar a buen puerto los proyectos estratégicos en los que la compañía se encuentre inmersa (sostenibilidad, medio ambiente, transformación digital, internalización…) Además, esta acción podría destapar de manera natural una serie de actitudes por parte de algunos ejecutivos, familiares o no, que después de tantos años campan a sus anchas en un reino de taifas en el que se han acomodado impidiendo el crecimiento natural y total de la compañía. Al mismo tiempo, una visión largoplacista del negocio puede ser perfectamente combinada con una correcta transición generacional que permita a los componentes del consejo evaluar a los miembros de la familia involucrados en la compañía, con el objetivo de ayudarles a entender qué posición les corresponde ocupar en la organización, en base a una serie de capacidades, y no al grado de parentesco que guarden con los fundadores. Los conflictos familiares, darán paso a pugnas de carácter más profesional terciadas por un órgano de gobierno más preparado y profesionalizado, que de una manera imparcial piense solamente en el bien de la organización.
A todo esto, hay que sumarle otros beneficios como la mejora de la imagen que la empresa proyecta a clientes, trabajadores, bancos y proveedores, y el inequívoco apoyo que el Consejo, de uno u otro tipo, puede darle a la dirección profesional de la empresa, que encuentra en el Consejo de Expertos el respaldo que necesita para llevar a cabo su tarea. En resumen, la creación de un Consejo de Administración o de un Consejo Asesor nos permitirá ganar en competitividad, rentabilidad e imagen, y será la punta de lanza que permitirá gestionar con éxito la empresa a las generaciones venideras.